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Pandemia de la COVID-19

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Estimados Hermanos y Hermanas Kolping en todo el mundo:

En todos los 60 países en los que hay Familias Kolping, las personas se han visto enfrentadas a la pandemia de la COVID-19. Entretanto han pasado ya algunos meses desde que escuchamos por primera vez hablar del coronavirus y este comenzó a definir nuestra vida cotidiana.

Todos nosotros percibimos la amenaza del coronavirus como tal, pero también las medidas que protegen del con-tagio, de manera muy distinta. En algunos países, la infraestructura sanitaria es muy buena, de forma que se puede ayudar rápida y exhaustivamente a muchas personas que han enfermado. En otros países, por el contrario, escasean incluso los respiradores mecánicos necesarios para socorrer a los enfermos más graves. Algunos países pudieron aportar miles de millones de euros o dólares para ayudar a empresas y puestos de trabajo y poder así superar la época de confinamiento y de limitación de la actividad econó- mica. En otros países, las personas no reciben ningún tipo de ayuda eco- nómica para poder ali-mentarse, a sí mismos y a sus familias, a pesar de la ausencia de ingresos.

En esta situación de crisis global podemos constatar que los más de 400.000 miembros de Kolping en todo el mun-do se apoyan mutuamente y ayudan también a otros en su entorno. En vez de preocuparse únicamente de sí mismos y de sus propias penurias, los Hermanos Kolping y Hermanas Kolping se muestran solidarios con aquellos que no pueden superar este tiempo por sí solos.

En Kolping se han repartido en los meses pasados en todo el mundo alimentos básicos y agua, productos de higie-ne como jabón y desinfectantes, pero también palabras de aliento y cartas personales. Nadie debía sentirse aban-donado, nadie debía pensar que habría de arreglárselas solo en ese tiempo. Las imágenes de miles de Hermanas Kolping y Hermanos Kolping disponiéndose a ayudar a los enfermos y a las personas mayores, que se llaman por teléfono o que se visitan, aunque sea «guardando las distancias», nos han hecho sentirnos agradecidos y orgullo-sos de nuestra Familia Kolping internacional.

Allí donde los miembros de Kolping no pudieron ayudar en persona, lo hicieron frecuentemente a través de donativos. En la Secretaría General se creó al comienzo de la pandemia el «Corona Fonds» de Kolping, con el que se habrían de apoyar rápida y concretamente los proyectos y a las Asociaciones Kolping. En Alemania, Austria, Tirol del Sur y Suiza se reunieron en pocas semanas más de 750.000 euros. Una muestra imponente de la solidaridad que se vive en nuestra Asociación mundial.

Con todas estas valientes intervenciones asumimos la tradición del Beato Adolfo Kolping: En el verano de 1849 se desató en Colonia, al igual que venía sucediendo en aquellos tiempos en otras muchas ciudades alemanas, una epidemia de cólera. Kolping estuvo entre los primeros en ocuparse gratuitamente de los enfermos. Incluso por los propios afectados se supo de su ayuda. Kurt Schneppensiefen, por ejemplo, un forjador de cobre protestante, escribía en una carta a su novia: «Yo estaría ya desde hace tiempo criando malvas si la buena fortuna no me hubiera hecho conocer al bueno de Kolping. Tendrías que verlo, cómo se preocupa por nosotros, pobres jóvenes artesanos. Con él se está en buenas manos. Gracias a él, ahora tengo un concepto totalmente distinto de lo que es un cura católico.» (según Hans-Joachim Kracht, Adolph Kolping, Leben und Werk [Vida y obra de Adolfo Kolping]).

Es este espíritu del Beato Adolfo Kolping el que también en la actualidad caracteriza el quehacer de nuestra Asocia-ción. Los seglares y los sacerdotes, los adolescentes y los jóvenes, los niños y los obispos ven en él el ejemplo de cómo puede lograrse una vida en la sucesión de Jesucristo – como una vida que se mantiene atenta a los demás y ayuda enérgicamente donde hay necesidad.

Ninguno de nosotros sabe por cuánto tiempo esta pandemia mantendrá aún en vilo al mundo. ¿Cuántos hombres y mujeres morirán aún por este virus, o por sus consecuencias? Lo que nunca morirá será nuestra solidaridad, nue-stra promesa de que, como Miembros Kolping, estaremos siempre ahí para los nuestros y para todos aquellos que estén en apuros. Quizás esto nos consuele en estas semanas: Somos una comunidad fuerte, una familia internacio-nal, en la que nadie está solo.

Manteneos sanos y valientes.

Mons. Ottmar Dillenburg, Praeses General
Dr. Markus Demele,  Secretario Genera
Karin Wollgarten, Directora Ejecutiva