En Sudáfrica, Kolping apoya a madres jóvenes provenientes de familias pobres. El programa se llama SPARK (que en inglés quiere decir “chispa”) y les da literalmente la posibilidad a muchas participantes de sentar la chispa inicial para reorientar sus vidas hacia un camino nuevo y positivo. Las mujeres jóvenes reciben ayuda en cuestiones vinculadas a la educación y aprenden a manejarse con las heridas sufridas dentro de sus familias. Y miran hacia adelante. Reciben la oportunidad de capacitarse y de tener una vida indepediente junto con sus hijos. Barbara Demmer del departamento de donaciones de KOLPING INTERNATIONAL estuvo en Ciudad del Cabo en el mes de octubre pasado y visitó el proyecto SPARK.
“¡Kolping me cambió la vida!” A menudo leo este tipo de afirmaciones o escucho que mis colegas dicen esta frase al regresar de visitas a sus países de proyecto. Y eso me satisface profundamente. Porque me ratifica en mi trabajo, que consiste en pedir donaciones para los proyectos en todo el mundo. Pero, por supuesto, estar uno mismo en el lugar y hablar con las personas que, gracias a Kolping, pueden llevar una vida mejor, es algo muy distinto. Y eso es lo que percibo en mi viaje, entre otros, en Tafelsig cerca de Ciudad del Cabo. Aquí me reciben aproximadamente 20 madres jóvenes que acaban de finalizar su curso de capacitación en el programa SPARK en las instalaciones de la parroquia del municipio. El sentir común de todas ellas es: gracias a Kolping obtuve una nueva oportunidad. La tomé y mi vida cambió.
Kolping le da una perspectiva a madres jóvenes
La encargada del programa SPARK es Anthea November, quien acompaña a madres jóvenes provenientes de familias pobres y que, en la mayoría de los casos, padecieron violencia. Sin formación ni contención familiar, muchas de ellas no ven ninguna perspectiva y se sienten totalmente desalentadas. “Cuando llegan aquí, estas mujeres jóvenes se sienten respetadas por primera vez en su vida”, dice Anthea November. “A menudo, en sus familias se las insulta y se las humilla. Están verdaderamente desesperadas”.
En Kolping pueden hablar abiertamente por primera vez en un ambiente protegido: pueden ponerles palabras a lo que vivieron y expresar sus deseos. Reciben apoyo y atención psicológica por parte de especialistas. Las mujeres, que no se conocían previamente, desarrollan una cohesión tan fuerte en esas dos semanas que les da fortaleza y las sostiene. En las charlas, todas las mujeres subrayan esta fuerza de la comunidad.
Muchas mujeres tienen problemas familiares
Muchas de las mujeres tienen problemas con sus padres o con su pareja. En el curso abordan estos temas y a menudo, al hacerlo, vierten lágrimas. Describen por escrito las heridas que les inflingió su familia. Luego, esos textos se queman y simbólicamente se cierra esa etapa y se abre el espacio para organizar el futuro. “Puedo perdonar, pero no olvidar”, dicen muchas jóvenes en la ronda. Y tampoco es deseable que olviden. Pero las charlas les ayudan a fortalecerse. Se focalizan en sus fortalezas, pueden expresar deseos y reflexionar acerca de la profesión que les gustaría aprender.
Kolping consigue pasantías en la profesión deseada
Por ejemplo, si una de ellas desea ser enfermera, primero se le consigue una pasantía en una internación domiciliaria. Así puede practicar y evaluar si la profesión coincide en la práctica con lo que se imaginaba. Quien sueña con un trabajo en el rubro gastronómico, aprende lo básico en un curso intensivo y luego comienza a realizar trabajos breves. A menudo, la experiencia deriva en una propuesta de capacitación y en un empleo fijo. Manicuría, asistente de oficina – Kolping ayuda a dar los primeros pasos. Luego, las jóvenes tienen que aprender a seguir el camino solas. “Algunas están tan motivadas que incluso finalizan su escolaridad para poder trabajar luego en la profesión que desean”, comenta con satisfacción la coordinadora de proyecto Anthea. Un éxito enorme.
Ayuda para la crianza de los hijos
En el curso también se aborda la vida con hijos y algunas cuestiones concretas de la crianza. Las jóvenes madres también reciben apoyo pedagógico en estos asuntos. Monique tiene 25 años y se la ve abierta y segura de sí misma. Eso no fue siempre así: “Yo era depresiva. Pero SPARK me cambió la vida. Gracias por creer en nosotras. Yo era muy impaciente, muchas veces le gritaba a mi hijo. Acá aprendí a empatizar con mi hijo. Ahora lo entiendo mejor y me arreglo mucho mejor con él. Me pongo mis propias metas y creo en mí. Gracias a SPARK se me abrieron muchas puertas”.
Andolesia tiene 30 años y es madre de dos niños, el más pequeño duerme en la bandolera. En el curso SPARK aprendió a cocinar y a elaborar repostería y pronto comenzará a trabajar en la cocina de un hospital. “Allí, los horarios de trabajo son mejores para mí como madre”, dice y sonríe satisfecha.
Una perspectiva para las mujeres jóvenes
Jeromisa, la mujer del sombrero blanco, cuenta: “No tenía autoestima, mi pareja abusaba de mí. No me atrevía a abrir la boca ni a hablar delante de otras personas. Aquí aprendí a expresarme delante de desconocidos. Kolping, esta comunidad, me fortaleció. Luego inicié una capacitación en la administración. Tenía mucho miedo de no aprobarla. Pero lo logré y estoy orgullosa de mí”.
Durante nuestra charla, el cura parroquial Fr. Kizito entra a la habitación y se sienta, silencioso, en la ronda. Se puede percibir la confianza que le tienen las jóvenes mujeres. Hacia el final, encuentra unas palabras muy personales que no olvidaré. “Cuando veo mujeres, veo en ellas a mi madre”, dice. “Mi madre era una mujer fuerte que nos crío sola a sus cinco hijos. Ella pudo y ustedes también van a poder. No duden de ustedes mismas. No abandonen. No escuchen a los demás”.
Desde comienzos del proyecto hace siete años, alrededor de 500 mujeres participaron del programa SPARK. Un logor que fue posible gracias a las y los donantes.