Cuando los hermanos Carmelo y Antonio, de la República Dominicana, pidieron un préstamo a KOLPING para comprar plantas de piña, estaban seguros de que pronto podrían devolver el dinero. La venta de la fruta habría generado más del doble de ingresos. Pero entonces llegó el coronavirus, en la época de la cosecha, y el gobierno impuso un toque de queda completo. Los hermanos no podían contratar cosechadores, y la mayor parte de la fruta de sus cuatro hectáreas se pudría.
«Si hubiera pedido el dinero al banco, habría perdido mis tierras por culpa de la pandemia», dice Carmelo. «Porque un banco normal habría insistido en que pagara mi deuda a tiempo, a pesar de las circunstancias extraordinarias». Pero KOLPING decidió, sin mucha burocracia, que Carmelo y Antonio podían devolver el préstamo en la medida que vayan avanzando. «KOLPING nos abre las puertas a los pobres. Los otros bancos son sólo para los ricos. Los que no tienen nada se quedan fuera. Pero con KOLPING, tienes la confianza de que incluso los pobres conseguirán algo si se les da la mano».
En el último año KOLPING posibilitó 35 microcréditos en la República Dominicana. Provienen de un fondo rotatorio que la asociación desarrolló junto con la Fundación Kolping para el otorgamiento de microcréditos de subvenciones en los últimos años.