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Pentecostés: Impulso espiritual

En este año, marcado por las consecuencias catastróficas de la pandemia de coronavirus, Pentecostés me recuerda que nuestras festividades cristianas no solo son acontecimientos históricos. Si las tomamos verdaderamente en serio, también constituyen un hito que nos interpela, a nosotros, a nuestro presente, al modo en que miramos a Dios y al mundo.

Sería necio hacer de cuenta que la historia universal comienza con nosotros. Todos y cada uno somos parte de una red histórica y vincular que nos une. Esto es válido tanto para la vida privada como para la vida pública, tanto a nivel local como internacional. Por eso, para nosotros, los cristianos, el cuidado mutuo es un valor tan importante. Se requiere espíritu de comunidad. Especialmente si pensamos en los millones de personas que están sufriendo las consecuencias de la pandemia de coronavirus. O si vemos la situación de vida de miles de millones de personas que están obligadas a vivir por debajo de la línea de pobreza. Si en su tiempo Noé pudo rescatar de a parejas para el futuro a los seres vivientes en el arca, en la actualidad esto para mí quiere decir: o nos salvamos todos o nos hundimos todos.

Pienso en Adolfo Kolping y su frase: “Nuestro amor católico no está dirigido a ninguna nación en particular, sino a todas las personas a las que logremos ayudar”. (Escritos Kolping II, pág. 154)

En este punto, la Iglesia – y por lo tanto también nosotros en la Obra Kolping Internacional – tiene una tarea enorme, a saber, proclamar el mensaje liberador del Evangelio de modo creíble y vital, para que el espíritu de la paz pueda llegar a todas las personas mediante la justicia. Comprometámonos en ese sentido de modo reconocible como cristianos en el mundo – mediante nuestro compromiso a favor de la solidaridad y la justicia y mediante nuestro esfuerzo por la preservación de la Creación. Para lograrlo, utilicemos los dones que nos otorgó el Espíritu Santo y enfrentemos los problemas de época con ímpetu, coraje y fantasía.

Les deseo un feliz Pentecostés.

Mons. Ottmar Dillenburg, Praeses General